Un mano a mano aséptico, descafeinado por la carencia
de competencia
EL VITO
Ciudad de México
El lleno hasta más allá de
las banderas en la Plaza de Toros Monumental, la desbordada ilusión y el ánimo del
público fueron el gran espectáculo este
domingo en la Ciudad de México.
Lo taurino, dejó mucho que desear.
El lleno impresionante fue provocado
por la reaparición en Insurgentes del torero de Galapagar, el místico José
Tomás movió montañas y llenó el embudo. Torero José Tomás de triste figura, que
sin llegar al quijotismo sí es una figura deteriorada. Su dolorido espíritu se
refleja en su hajada faz, en las cuencas profundas alrededor de sus tristes
ojos.
Al pisar la arena, con aires
de místico, provocó sonoras ovaciónes que fueron decayendo como caía el sol
provocando crecieran las sombras entre los hierros y la cementera del coso.
Fue la entrega de la masa en busca de lo soñado, lo que la publicidad ha
provocado, y esa masa que se le entregó sin reservas, transformándose al paso
de las horas en un monstruo ofendido que sufría paso a paso del minutero en la
metamorfosis que pasa del amor incondicional al más irracional de los odios.
A Tomás le regalaron la única
oreja de la tarde. Fue un trofeo protestado ruidosamente, hasta convertir en saludos
desde el tercio lo que la autoridad creyó debió ser un triunfo. Volvió a
saludar luego de una emotiva faena en su segundo toro, un buen toro de Fernando
de la Mora al que, de acertar con la toledana, le habrían concedido, sin duda
alguna, las orejas.
El mito se hizo realidad en
el quinto de la tarde, en la deshilvanada actuación que transformó la bandera de
triunfo en hilachas y despojo hasta
quedar hecho un trapo.
José Tomás fue despedido con
una fuerte y agresiva bronca por parte de aquellos que en el paseíllo le
mimaron, los que llenaron de flores la arena la llenaron de almohadillas. Fue
amarga la despedida de aquel hombre que ahora pinta canas, doblado en su
impresionante delgadez y cara de rocín cervantino perdido en los caminos de la
estepa castellana.
Joselito tuvo una actuación
plena de entrega, de variación y de mucho populismo. Se trata de un buen
torero, qué duda. Sobrado de oficio, oficio de buen artesano. Carece de gracia,
gracia como condición incondicional para ser considerado artista.
Remató de de Aguascalientes su
actuación ante un inmenso toro, inmensidad de volumen pues pesó la bicoca de
597 kilos. ¡600 kilos de peso! Se eternizó pegando pases, pases coreados por un
público que con sus “olés” abofeteaba a José Tomás.
A medida que caía la tarde, a
medida que crecía la sombra del ocaso, crecía el sentimiento nacionalista en el
inmenso embudo de la plaza, para además de premiar a su torero castigar al
adversario en el mano a mano. Ante el primero buen toro de Fernando de la Mora
Adame puso sobre el tapete la flor de su toreo, pero falló con la espada
Un mano a mano que careció de
competencia: ni un quite, ni un detalle que justificara la confrontación.
FICHA DE LA CORRIDA
PLAZA DE TOROS Monumental Plaza México. Lleno de agotado el boletaje.
TOROS de Los
Encinos (1º, 4º y 6º) y Fernando de la Mora, (2 Y 3). Un sobrero de Xajay
(5º), deslucido. El de Xajay sustituyó al protestado toro de Fenando de la
Mora.
JOSÉ TOMÁS
oreja protestada, ovación tras aviso y pitos tras aviso
JOSELITO ADAME ovación tras aviso, silencio y dos
orejas.
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